Los castillos, en una construcción, son refuerzos que distribuyen la fuerza del techo, las dalas y, en caso de ser un edificio de diferentes niveles, los pisos a la cimentación. Son como barras verticales de hormigón con estructura interna de acero de refuerzo. Se encuentran por los látelas de los muros, unidos a las dalas perpendicularmente y a la cimentación. También evitan, en caso de que se presenten grietas en las paredes, que estas se abran.
Se conoce como castillo a un tipo de construcción de gran porte que se popularizó en la Edad Media y que perduraría en los períodos siguientes en Europa como muestra de poder y riqueza de los nobles que los construían. El castillo puede sin embargo encontrarse en muchas otras partes del mundo, en Asia y América, aunque con otras formas y diseños.
Se estima que los primeros castillos de Occidente empezaron a construirse en los primeros momentos de la Edad Media, principalmente como medios de protección frente a posibles ataques bárbaros. En ellos residían por lo general los individuos más encumbrados de la sociedad como nobles, caballeros o miembros de la realeza y en él se realizaban diferentes tipos de actividades políticas, administrativas, religiosas y ceremoniales.
El castillo se puede describir como una gran fortaleza construida en piedra u otro material altamente resistente a los embates. Si bien cada castillo cuenta con un diseño, un tamaño y un estilo particular, algunas secciones pueden ser claramente identificables, como las torres (construidas para obtener una mejor visión de los alrededores), murallas de protección, fosos de separación y la parte central donde las diferentes habitaciones se emplazan. Muchos castillos también poseían construcciones separadas que hacían las veces de capillas o espacios de celebración religiosa. Además, por lo general los castillos solían tener un patio interno que conectaba las diferentes habitaciones.
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